Artículo
escrito por Gaby en Adoptive Families Circle y traducido
por Asociación Gerard para nuestros lectores.
Cuando
nuestra hija afro-americana, Isabel, adoptada nacionalmente, tenía
unos 4 años, leí un libro titulado Yo
chocolate, tu Vainilla,
escrito por Marguerite Wright.
En él, Wright, habla de las diferentes fases por la que los niños
pasan en el proceso de entender la raza.

Mientras
que todos tenemos diferentes tonalidades de piel y unas
características físicas características- los adultos hemos echo
un arte en diferenciarnos los unos de los otros- los niños al
principio no notan diferencias de raza. En la segunda etapa, Wright
explica, que los niños notan la diferencia del color de piel, pero
no se dan cuenta de lo que esto significa. Es solo en la tercera
fase, cuando los niños se dan cuenta de que las familias, en su gran
mayoría, tienden a estar formadas por miembros con el mismo color de
piel. Es sólo cuando nosotros- la sociedad y los medios de
comunicación- les enseñamos que la raza viene con etiquetas
culturales añadidas, cuando comienzan a pensar en las
generalizaciones como: “ Los blancos se supone que…,” “La
gente negra normalmente …,” y “La gente asiática es…”
Wright
sugiere que permitamos a los niños pasar por estas diferentes fases
de un modo natural y no forzarles a que compartan nuestro modo de
entender la raza demasiado pronto.
Cuando
estaba leyendo este libro, Isabel de 4 años, estaba todavía en la
segunda fase, mientras que varios niños de su misma edad ya habían
pasado a la tercera fase de ser conscientes que muchas familias tiene
tonalidades de piel similares. Quizás no solo porqué no es solo su
familia- formada por su hermano afro-americano, madre hispana (yo), y
su padre caucásico- diferentes tonalidades del arco iris, pero cada
uno de los miembros de catequesis también tenían una piel de
diferente tonalidad que la piel de sus padres. A pesar de que no
introdujimos los conceptos de “negro” y “blanco”, e “hispano”
a nuestra hija, ella permitió que su imaginación completara los
huecos.
Un
día puse mi brazo junto al suyo y le pregunté si se había dado
cuenta de que eramos de un color de piel diferente. Me dijo que sí.
“De
que color de piel eres tu?” Le pregunté.
“Yo
soy chocolate!” fue su pronta respuesta.
Y
eso es lo que és; su piel es un delicioso color chocolate con
leche.
“Y
¿De que color soy yo?” Le pregunté.
“ Tu
eres de color café!”
Si,
¡lo soy!. Café
con leche,
para ser más exactos.
“¿De
que color es Noah, cariño?”
“El
es también de chocolate, Mami.”
Por
supuesto que los es.
“¿Y
papá ? ¿De que color es el, Isabel?”
No
se detuvo un instante : “El es color queso!”
¿Queso?
Huh. Lo miré pensando en esto esa noche... ¿ y tú que sabes? !Es
color queso!
Wright
explica que este modo de clasificar es bastante corriente, porqué
Isabel es ahora congnitivamente capaz de entender las
diferencias de piel, le mencioné que otros a lo mejor llaman a la
gente que es como ella, que son de color chocolate, negros. Me miró
desorientada “pero mamá, no soy negra, soy de chocolate”. Es
cierto, cariño. Así que por el momento lo dejé así. Sabía que
llegará cuando llegue. Mientras tanto, empezó a
señalar a toda la gente de chocolate, café y queso que veía en la
TV, en fotos en los libros, y aún peor, porqué no tiene una voz
baja, en el supermercado.
.
Para aquellos que deseen leer el artículo en su versión original,
este es el link:
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